domingo, 13 de septiembre de 2009

estiraba su bufanda con tanta delicadeza que parecía como si sus brazos terminaran ahí.
los sonidos del entorno no lo perturbaban por lo menos de manera externamente visible.
sus dedos temblaban, sus dedos.
temblaban los dedos y se veían.
temblaban los dedos pero no su cabeza
su cabeza escuchaban con precisión
su dedos arrugados temblaban
y yo pensé
cuánta distancia entre esos dedos y los míos
brillantes
lisos
suaves
dedos sin arrugas
dedos juveniles que toquetean que palpan que sudan
audaces, impreceptibles
se nutren y nutren
a otros dedos
próximos o lejanos
viven en el baile especular del ahora
del ya mismo
anicosos y pulpeantes
dedos

así que sí
en definitiva
aunque no lo pueda ver ni medir
tengo tiempo.

habría que aprehenderlo
de una vez
más que entenderlo:
todo el tiempo

1 comentario:

Náufrago dijo...

Dios te conserve los dedos, nena.
Jóvenes y toquetones.

Que no dejen nunca de bailar. De palpar. De entrelazarse.
De andar. Sin miedo. Sobre terrenos desconocidos.
De explorar nuevas superficies. Descubrir. Conocer.
Nutrir. Nutrirse.
Pulpear.
Respirar.

Que no dejen nunca de temblar.
De miedo, de dolor, de alegría de tristeza de placer.

Dios te conserve los dedos. Jóvenes y toquetones.
Sobre todo toquetones, que las arrugas son lo de menos.