lunes, 17 de diciembre de 2007

Un amor mutilado

Me siento. Te miro. Hay tanta gente en la mesa, pero vos sólo me mirás a mí. Te parás. La silla al lado mío. Te sentás. Me preguntás algo sin sentido. Me mirás. Te contesto. Hablamos. Nos reímos. Cerveza. Miradas. Mi pierna toca tu pierna. Tu pierna firme. Tu pierna, mi pierna. Sobre la mesa sólo nuestros ojos se cruzan. Lo imperceptible. Caigo rendida sobre mis brazos, y en mi nuca, tus manos. Te siento. Cerca. No puedo soportarlo. Levanto la cabeza y estás ahí. Tus ojos. “Por favor, decime que hago, conteneme” me dicen. Devorame. Devorame en este momento, te lo pido. Y nuestras piernas ya viven apartadas de la realidad porque están a salvo de las miradas ajenas, juiciosas. Ensimismadas, agazapadas, ellas hacen el amor de piernas, sin penetración. Mi mano tu cara. Y sobretodo las palabras que se cruzan.
Las piernas se cruzan. Piernas que encierran universos oscuros, llenos de pasto que sus plantas pisaron, o plantas que pisaron sus plantas, que son como plantas sin raíces que salen de la tierra. Piernas que ocultan secretos por encima del piso, desconectados del techo, tan lejano. Piernas que caminan, que saltan, que son escurridizas ahora se entrelazan, se derriten juntas en una danza de piernas. Piernas que lloran porque no tienen ojos para verse, aunque sus poros, que se abren como capullos de una flor en primavera, respiran el aire contaminado por el cigarrillo y la comida. Yo las miro. Las espero a que concluyan ya sin escucharte, ya más allá de vos. No me interesa. No puedo comparar tus palabras con mi placer. Ya no me interesan, se quedaron atrás, son pasado, son viento y espuma que se fue en alguna ola pasajera, sin importancia, vacía pero única. Piernas que se envuelven, que se entrelazan como nudos de un barco que me llevará a una tierra lejana, a una isla donde me pueda acostar desnuda y comer los frutos que los árboles me quieran regalar. Piernas que sudan acaloradas por el éxtasis rutilante de su baile melancólico y furtivo, etéreo, efímero, como los pájaros, como las noches. Piernas que se molestan porque son caprichosas y quieren ya sentir sus cuerpos cerca, no les importa que no sea el momento ni el lugar, no les importa que las vean porque su no-conciencia las libera a un placer que vos nunca podrías entender. Piernas subterráneas, extraterrestres, ¿tuyas, mías? Ya no importa; son ellas. Las veo tan contentas entregadas a su finisecular amor, a su lujuria póstuma subgregada de efectos especiales, ininteligible para tu cerebro textual y corrompido por tanta mierda. Si te callaras un segundo y disfrutaras de verlas. Piernas que saltan por todos lados y se multiplican creando lazos eternos, inmortales, formando figuras en el aire que son como estrellas, constelaciones, galaxias que se esparcen por el cielo raso y lo rompen, lo exceden, exceden todo el espacio, inundan la tierra entera con su danza de amor mutilado, corrosivo para quien no pueda soportar tanta libertad, tanto desdén hacia la más pura moral humana, destructora y compactadora de sentimientos. Piernas que se desbarrancan de sus límites, topológicas se incrustan en todos los rincones y los hacen inútiles, inservibles, parasitarios. Piernas que gritan rabiosas por haber estado tanto tiempo calladas, gritan y de su garganta de piernas salen sonidos agudos y graves que son gaviotas que transforman al espacio en una manta blanca que lo tapa todo.


Entonces, ya no te veo.

Poco importa. Te imagino sentado en la misma posición, con tus manos y tus palabras que ya me aprendí de memoria.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

lindas piernas, linda melosidad, lindo vuelo

dijo...

pienso en que te econtre